Al acompasar los pasos al ritmo del año, al que marcan las estaciones, generamos en la infancia y, por supuesto también en los adultos, un estado de bienestar que creo viene marcado por la coherencia de los bio ritmos. Ritmo y vida van de la mano. Fluir entre la inspiración y la expiración nos permite encontrar el equilibrio vital, lo cual, nos aporta bienestar físico y emocional. Cuando nos permitimos contemplar y vivir al ritmo de las estaciones, vemos que, en una parte del año, todo nos invita a ir hacia dentro: los días son más cortos, también más fríos, las hojas caen como queriéndose cobijar bajo tierra... y luego, lenta y paulatinamente, los días se alargan ofreciendo cada vez un poco más de luz, flores que asoman, brotes que brillan, el sol que se eleva más en el cielo... y todo ello invita a ir saliendo poco a poco.
Toda esta vivencia, además de otorgar alegría, ofrece seguridad y la sensación de ir teniendo raíces profundas en uno mismo. Proteger la infancia, y cuidarla, requiere comprometerse con la autoeducación como adultos de referencia. Y esto, a la vez, nos permite a nosotros una mayor conexión y paz interior.